Índigo
Louise Cooper
Gran saga de Louise Cooper, que recuerda a la línea argumental de los mangas japoneses, ya que cada libro se centra en la búsqueda y derrota de un demonio. Cada uno de los demonios representa un vicio humano.
Hace tiempo, mucho tiempo, la maldad de la humanidad provocó la ruina del mundo. La Madre Tierra, cansada de la ingratitud de sus hijos, desató su cólera y quiso vengarse de ellos. Todo quedó aniquilado, arrasado; los hombres aullaban y clamaban piedad, pero la Tierra no los escuchó.
En medio de tanto dolor y ruina, sólo un hombre fue salvado por la Madre, quien le encargó que construyera una torre, la Torre de los Pesares, en la que debía encerrarse mientras durase la destrucción. Este hombre, el Hombre de las Islas, el Hijo del Mar, sería el que debería repoblar el mundo cuando acabara el castigo. Pero jamás ningún ser humano debía acercarse a la Torre, ni mucho menos penetrar en ella.
La princesa Anghara sabía que no podía, que no debía aproximarse a la Torre. Era tabú. Pero lo hizo. Llevada por su loca curiosidad, la hija del rey del Carn Caille, entró en ella, encontró un cofre y lo abrió. Al hacerlo vio que estaba vacío, pero escuchó ligeros siseos como si fuera aire lo que salía de él.
Ahora los demonios andaban sueltos y sobre el mundo cayó de nuevo la maldición de la Madre Tierra. Sólo Anghara podía reparar su imprudencia y debía buscar y enfrentarse a la misma fuerza destructora que ella liberó.
Y Némesis la esperaba...
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Siete demonios, siete seres maléficos, arrojarán otra vez a la humanidad a la tenebrosa historia de su propia necedad, a menos que sea destruidos. Y Anghara, hija-de-Kalig, ya no es Anghara. Ahora su nombre es Índigo -el color del luto- y su hogar es el mundo entero porque ha perdido todo derecho sobre el reino en el que nació. En éste gobierna otro señor y la leyenda de la Torre de los Pesares ha dejado de existir por expreso deseo de la Madre Tierra, que ordenó que todo recuerdo de la caída de la Torre se borrase de la memoria de las gentes. Es por eso que el nuevo rey pide a sus bardos que compongan tristes baladas sobre las fiebres que acabaron con las vidas de la antigua dinastía de Kalig, sin sospechar que un miembro de ella sigue con vida.
Pero Carn Caille le está vedado a Índigo y en su lugar se dirige hacia el norte, hacia una región donde unos amenazadores fuegos volcánicos hierven lentamente en las profundidades de la tierra, y donde espera encontrar al primero de los demonios al que debe someter. Índigo, sin poder envejecer ni morir y guiada tan sólo por la piedra-imán, regalo de la Madre Tierra, inicia su búsqueda con una única amiga que ni siquiera es humana - la loba Grimya - y con una enemiga que seguirá sus pasos dondequiera que vaya, ya que forma parte de ella misma pues ha sido creada a partir de lo más tenebroso de su propia alma: su Némesis, el octavo demonio.
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Todavía quedan muchos demonios que vencer...
Ahora, Índigo y Grimya se dirigen hacia Simhara, el lugar donde la piedra-imán indica que aparecerá el nuevo demonio que la hija-de-Kalig debe destruir. Sin embargo, Índigo se entera de que la ciudad se halla bajo el asedio de un ejército enemigo, y, al desviarse de su itinerario, se encuentra con la Takhina, reina de Simhara, que huye de la ciudad con su hija, la Infanta, que no es más que un bebé.
Índigo se compromete a poner a salvo a la niña, pero todas son apresadas y el nuevo Takhan, Augon, pide a Índigo que se ocupe de la educación de la hija de la Takhina hasta que cumpla los doce años, momento en que él se casará con la Infanta para así legitimar su acceso al trono. Índigo acepta, pues está convencida de que Augon es el demonio al que ha venido a destruir y esta proposición le da la oportunidad de estar cerca de él y eliminarlo.
No obstante, Índigo no logra su propósito y la situación se complica día a día. Una maligna oscuridad habita la ciudad, las plagas la asolan: plagas de serpientes, extrañas fiebres y pesadillas que sufren todos los habitantes del palacio. y, además..., está aquel augurio, aquel incomprensible aviso: "Cuidad con el Devorador de la Serpiente". ¿Acaso se refiere a aquella extraña conjunción astral, conocida por ese nombre?
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Índigo continúa su peregrinar en busca del nuevo demonio que ha de destruir. Ahora, en compañía de una familia de cómicos, los Brabazon, se encamina hacia la ciudad de Bruhome, donde se va a celebrar la fiesta de la cosecha, pero algo maligno flota en el ambiente. A lo largo de su recorrido ven que algunos cultivos están muertos, el paisaje se vuelve cada vez más sombrío y desolado y hacen su aparición unos extraños caminantes de semblante cadavérico y un andar curiosamente rígido, que les da aspecto de sonámbulos o seres en trance.
La hija-de-Kalig intuye que todas estas circunstancias tienen relación con su misión, y sus temores se confirman cuando, al llegar a Bruhome, les informan de que las fiestas durarán menos porque una extraña plaga está asolando la región. Muchas personas han caído en una especie de coma, otras han desaparecido y las cosechas se han perdido irremisiblemente. Además, se habla de la existencia de un bosque misterioso que se desplaza de un sitio a otro.
Índigo y sus amigos serán también víctimas de ese lugar fantasmagórico y descubren con horror que una especie de crepúsculo perpetuo se ha adueñado de la tierra. Sin embargo, el descubrimiento más aterrador es el de que deben enfrentarse a una especie de vampiro sin forma que se nutre de la esencia de sus víctimas.
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Este quinto volumen de la colección Índigo nos traslada a las heladas tierras del norte, a El Reducto, hogar del desaparecido amor de Índigo, el joven Fenran.
En su viaje hacia esas tierras, Índigo encuentra refugio en un alquería que, por una jugarreta del destino, es donde viven los descendientes del conde de Bray, padre de Fenran. EL actual conde reside allí con su familia, pero para consternación de Índigo, el hijo mayor, Veness, es el vivo retrato de su prometido...
La muchacha quiere abandonar el lugar, pero las tormentas se lo impiden y, además, intuye que el demonio al que ha de destruir se encuentra en aquella casa, y concretamente en el hacha y el escudo que adornan la chimenea. El destello plateado que emiten es un signo inequívoco de una presencia maligna. Por su parte, el conde está dispuesto a empuñarlas para asesinar al amante de su esposa y así se cumpliría la maldición que pesa sobre esa familia, de manera que quien empuña esas armas malditas cae víctima de una locura que le obliga a matar a quien se interponga en su camino. Para evitar la tragedia e intentar cumplir su misión, Índigo recibe la ayuda de un majestuoso tigre de las nieves que ronda la vivienda, acompañado de una enigmática mujer, responsable de la maldición.
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En su eterna búsqueda para liberar al mundo del mal que ella misma desató sobre él, Índigo ha sido penitente, mensajera, peregrina..., y ahora, quizás, una avatar de los difuntos. En esta ocasión, su constante deambular ha llevado a la joven a la isla Tenebrosa donde, junto a Grimya, ha de enfrentarse a un peculiar culto a la muerte. En ese lugar siniestro, al que les ha conducido la piedra-imán, Índigo cae víctima de unas virulentas fiebres y, una vez curada, es considerada el oráculo de la Dama Ancestral o Señora de la Muerte.
Al principio, Índigo intenta convencer a la suma sacerdotisa del culto de que ella no es ningún oráculo, pero, como está segura de que el demonio que busca se oculta allí, decide someterse de momento a la voluntad de las sacerdotisas hasta que pueda derrotarlo.
En Avatar, Índigo no sólo tiene que luchar contra su Némesis personal, sino que también se ve envuelta en la pugna por el poder que sostienen las dos sacerdotisas principales del culto. Todo ello la encaminará hacia los dominios subterráneos de la Dama Ancestral y le hará cruzar, como en la mitología griega, su particular laguna Estigia para liberar a los espíritus de los muertos y a la misma Señora de la Muerte del demonio que se ha apoderado de ellos.
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Durante medio siglo, Índigo ha vagado por el mundo sin envejecer, sin cambiar e incapaz de morir, buscando los demonios que ella misma liberó tiempo atrás. Éste es su destino y el precio de su desatino.
Ahora la joven se ha refugiado entre las gentes de Alegre Labor, en cuya fría filosofía pragmática no puede existir el retorcido mundo de los demonios. No obstante, Alegre Labor posee sus propios secretos: voces lejanas en la noche, que llaman a Índigo con sus "ven a jugar, ven a jugar", un niño pequeño, perseguido por "amigos" invisibles, y la casa situada tras el elevado muro, un museo en recuerdo del Benefactor... quien puede que no fuera tan benévolo como se creía.
Existen oscuras fronteras que quizá sería mejor no cruzar. Pero tras ellas se encuentra el mayor terror de Índigo y también su mayor deseo. Y ambas cosas deben reconciliarse.
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Parece como si la larga búsqueda de Índigo estuviera a punto de finalizar. Seis enfrentamientos han quedado atrás, y la muchacha regresa por fin a casa.
Regresa como una extraña, sin familia ni amigos, pero tiene la seguridad de que alguien la espera... y de que muy pronto se reunirá con su amor, Fenran. Sin embargo, el barco que la transporta naufraga y, rescatada inconsciente del mar, Índigo despierta sin memoria. Fenran y sus sueños se han perdido en el olvido; incluso su fiel Grimya ha desaparecido de su recuerdo. Así pues, cuando un compañero de navegación afirma que están prometidos, ¿por qué tendría que desconfiar de él?
A menos que pueda recordar su pasado, la misión de Índigo se vendrá abajo. Pero ¿se atreverá a mirar en el espejo de su propia mente para encontrar al último demonio?
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Gracias a Terrebe que nos hizo llegar los ebooks al box. Transformarlos en audio ha sido cosa mía. Gracias Terrebe.
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